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La Última Página

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1.er puesto Concurso Historias Para Viajar 2022

Autor Jaime Perea y Álvaro Perea

A pesar de lo difícil de los tiempos, reconozco que no es ingrata la tarea que tan
inmerecidamente se me ha encomendado…

Así comenzaba la carta que Francisco José Borda se había convencido debía escribir. ̈La
última página ̈, la había titulado humildemente. Era un día de octubre del 2020, cuando
decidió plasmar la idea. Corría el año fatídico en que el COVID 19 ya había eliminado más
de la mitad de la humanidad y parecía cuestión de días que extinguiera la otra mitad. Borda,
era un escritor profesional que había tenido un mediano éxito con su primera novela cuando
apenas tenía 28 años. Algún crítico notable por lo errado de sus juicios, había opinado en ese
entonces que había nacido para el mundo de las letras el nuevo Gabriel García Márquez, lo
que a él no lo satisfizo del todo, puesto que consideraba a Gabo un inflado a quien se le había
dado el premio Nobel por elemental conveniencia política, pues si no era así, como era
posible que su venerado Jorge Luis Borges nunca lo hubiera recibido. Después de esa primera
novela Borda escribió un libro de cuentos cuya influencia borgiana era demasiado evidente
como para ser valorado, al menos por los conocedores. Su habilidad para escribir era
indudable y su erudición, si bien escasamente profunda, abarcaba numerosos aspectos de la
cultura y la historia, de la religión y de la ciencia, de la política y del cine, de las artes plásticas
un poco y, eso sí, muchísimo de fútbol, no obstante, el menosprecio que dicha actividad le
producía al genial argentino. Sin embargo, le había faltado olfato para escribir sobre temas
que le interesaran a la gente y la crítica apenas medio lo reseñaba en uno que otro artículo.
Sin embargo, entre sus colegas escritores había unos que realmente le tenían admiración, e
incluso Vásquez, que era considerado el mejor escritor colombiano post Gabo, en una ocasión
se había referido a él como un príncipe de las letras y hasta aseguró que era una de sus grandes

influencias. Ahora, a decir verdad, este juicio fue realizado cuando el laureado autor apenas
estaba arrancando y ahora, con todo el éxito a cuestas, ya poco y nada se acordaba de él.

…No sé si fueron esos muchos hombres que hoy llamamos Homero o fue Virgilio, su
aventajado imitador, a quien deba atribuirse la primera página digna de llamarse
literatura…

Borda, cuya última novela había sido un intento de hacer una nueva versión de la Divina
Comedia, pero para estos tiempos ateos e iconoclastas, se lamentaba de haber dedicado los
últimos ocho años de su vida a escribir un libro de 723 páginas que ningún crítico había
querido leer y ningún editor publicar. Sin embargo, sus dudas no eran acerca de su talento
sino sobre su sincronía con las tendencias de su tiempo, pues seguía creyendo, como se lo
aseguraba Vladimiro, su amigo más cercano, que era lo mejor que se había escrito en los
últimos 30 años en Colombia y, por qué no, en el continente. Tal vez, se decía así mismo, su
ingrato destino era ser una especie de Van Gogh o Sugar man de la literatura, cuya gloria le
esperaba en la posteridad, o en otro rincón de la amplia geografía del universo.

Así como el Dante lo hizo para que lo guiara por el purgatorio, yo también invoco al
romano, hoy, cuando, así como él escribió la primera, debo escribir la última página de
nuestra historia…

Un año después del rechazo de su última novela, cuando la pandemia creció de una manera
exponencial, al punto de ya no atacar solamente a los ancianos y a los enfermos, sino cobrar
víctimas de todas las edades, condiciones y estados físicos, tanto las cadenas de noticias como
los mensajes en redes sociales empezaron a hablar del fin, pero Borda no lo sufrió. Al
contrario, sintió en lo más profundo de su ser la responsabilidad y el llamado a escribir esa
última página de la historia de los hombres…

…Es hora de brindar por el hombre. De Gilgamesh a Horacio, de Alejandro el magno a
César, del gran Felipe a Cortés, del inglés a Hugo. Es hora de brindar por las ciudades
Alejandría, Jerusalén, Corinto, Roma, Cartago, Florencia, la isla de Francia, Venecia,
Tenochticlan, Timbuctú, la manzana y, por qué no, Bacatá…

El tono debía ser cuidadoso de tal manera que no pareciera en nada un ejercicio vanidoso
sino un acto correspondiente a un deber superior, puesto que, aunque era cierto que por fin
había encontrado un tema al que nadie podía permanecer indiferente, debía ser pudoroso,
porque al fin y al cabo se trataba de una tragedia universal. La situación ameritaba la
solemnidad en el lenguaje y las referencias eruditas, pero no tanto como para espantar los
intelectos más simples.

Inicio entonces con una hermosa alusión a Homero y a Virgilio, pasó por el Dante con
suprema precisión y elegancia y luego brindó por el hombre…no era para menos, nuestro
paso por el mundo había sido poblado de luces y de sombras, pero sublime en muchos
sentidos. Habló también de las ciudades, de las grandes obras, de los inventos, del amor,
ningún tema podía quedarse por fuera, aunque debía también ser sintético pues lo bueno y lo
bello, si breve, dos veces bueno y dos veces bello.

…La rueda, la escritura, el papiro, el alfabeto, el número, el libro, la imprenta, el barco,
la espada, el avión, el cohete, el celular…

Le encantaban las enumeraciones que sintetizaban el tiempo…

…Todo lo recuerdo; la belleza, el genio, el carácter, la amistad, la rumba, el sexo,
Leonardo, Rafael, nuestro amado Ludwig van, el gracioso Federico, Hamlet, Alonso
Quijano, la Pietá, los arcos, las cúpulas, las torres, las columnas, las pirámides, los
estadios, las cuadrigas, el coraje, las batallas, los celos, las traiciones, las mujeres, sus
senos, sus piernas, Helena, Europa, Nefertiti, Beatriz, Laura, la Vespucci, la Borgia, la
Malinche, la Garbo, la J y Lo (¿Yeiló, quizás…?)

Esta última mención a J Lo, le parecía un gran acierto pese a dudar de su correcta ortografía,
pues lo desligaba de una exagerada solemnidad y lo congraciaba con el espíritu pop y
desacartonado de los últimos tiempos.

Es hora de brindar por la sombra de una saeta volando sobre la arena, por la España de
charango y pandereta, de rado y sacristía, de bota, de fracuelo y de María, por las espadas,
las dagas, los machetes, por las manchas del jaguar en la espesura, por el grito de batalla
del apache, por el lamento del rabino en Praga y el rumor del viento entre los árboles, por
las tormentas, los susurros, las tinieblas, y el tonante rayo, y la sangrienta luna de
Quevedo, por Aquiles y Héctor, por Rómulo y Remo, por Roldán y el Temerario, por
Atahualpa y Huascar, por Romario y Bebeto. Por los Papas, los santos, las musas…

Le pareció honorable reivindicar a su adorada España que tan injustamente había tratado la
historia y así hubiera seguido si no se hubiera impuesto a si mismo ser ecuánime y universal.
La inspiración brotaba a borbotones, la musa se había apoderado de su genio, tecleaba con
furia y dulzura, con vehemencia y frescura las palabras, la belleza de las alfabéticas letras se
filtraba por sus dedos… ¿Qué importaba el dinero o la fama? Qué un vulgar Premio
Cervantes, qué un geográfico Nobel o incluso un Oscar capitalista, cuando estaba en sus
manos escribir la despedida del hombre de este vasto universo.

Recordaba el poema de los dones de Borges:
̈Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría de Dios,
que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche ̈

En su caso había una variación: la maestría divina se manifestaba en esa magnífica ironía que
le daba a la vez la gloria y la muerte en el último día de la humanidad. Su carta se leería en
cada rincón del planeta donde aún hubiera vida. Se leería en las últimas cadenas de
WhatsApp, en los noticieros y periódicos sobrevivientes, en los parlantes de las calles (una
referencia cinematográfica que se le venía a la cabeza sin caer en cuenta que no tenía mucho
sentido), es más, quizás la leerían alguna vez los nuevos habitantes del planeta o los de otros

planetas o estrellas, quizás los selenitas, de pronto los marcianos dentro de millones de años,
quizás Dios…

…Por el ajedrez, el infinito go, el poker, el parchis, por los camellos y los caballos, por
Bucéfalo, Babieca, Rocinante, Plata. Y la Comedia, y Las mil noches y una noche, y En
busca del tiempo perdido, y Lo que el viento se llevó, y La noche de las narices…

En medio de su euforia en aumento, es decir, en camino de su exaltación mística, abrieron la
puerta de su cuarto y su hijo Jorge Luis emocionado le dijo casi gritando de alegría:

—¡Papi, papi, encontraron la cura del coronavirus! —

Y Borda no encontró otra palabra dentro del inmenso español para describir lo que sentía:
— ¡Jueputa!