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Historias para viajar V

@subexpuesto

Fue por la época en que me ganaba la vida como fotógrafo que una mañana cualquiera apareció en mi puerta un investigador de Mirror APP.

Parecía un agente sacado de ‘Matrix’, pero en versión hipster. Era alto y de cara cuadrada, sin embargo, en lugar de lentes oscuros llevaba gafas como las que usaba mi abuela y la chaqueta, aunque negra «como la del agente Smith» tenía pines de bananas y piñas. Inicialmente, se identificó como Andy Roberts del departamento de verificación de cuentas y contenidos de APP Corp.

–Qué rayos es APP Corp–. Le pregunté con el empute latente que siempre me da al atender visitas inesperadas.

–Es el grupo dueño de numerosas empresas de aplicaciones, entre ellas, Mirror app, la red social que usted usa para publicar sus fotografías.

–Ah, me parece haber leído algo al respecto.

–Desde hace meses le hemos enviado notificaciones que no han sido atendidas por usted. Por eso, nos hemos visto en la necesidad de visitarlo.

–Y qué puede ser tan importante para que vengan a buscarme.

–Revisando sus publicaciones de los últimos cuatro años nos dimos cuenta de que, según nuestras políticas de uso, puede que usted esté infringiendo varios puntos del contrato que podrían llevar a penalizaciones, entre ellas, bloquearlo como usuario.

Me di cuenta de que el asunto podría ser largo y tedioso, así que, no tenía más opción que poner mi cara de ‘tipo querido’ invitarlo a pasar, ofrecerle café y hacer mi mayor esfuerzo para que me creyera interesado en lo que iba a contar. Claro, no si antes estar seguro de que era quien decía ser.

–¿Cómo sé que usted trabaja en esa corporación?, ¿tiene alguna identificación?

–Por supuesto, señor Ximénez, revise en su celular la solicitud de amistad que le envié esta mañana. Acépteme para ver mis credenciales. También puede activar su cámara desde la app para tener registro en vivo de la visita.

Cinco minutos después estábamos sentados en mi sala, frente a frente. La luz se mezclaba con el humo del café  generando esa atmósfera que tanto me gusta para hacer un retrato. Pero la persona que tenía enfrente no me parecía interesante en lo más mínimo.

–Señor Ximénez, como le comenté, hemos verificado detalladamente las fotografías que usted publica a través de Mirror App y nos preocupa que pueden estar perturbando la tranquilidad emocional de los demás usuarios.

–¡¿Cómo?! ¿A quién le estoy haciendo daño con mis fotos? Esa nunca ha sido mi intención ¿Quién juzga si mis imágenes son ofensivas?

–En primera instancia es el Algoritmo el que nos da una alerta. Luego, para una revisión más detallada, articulamos un equipo conformado por una socióloga, un defensor de los derechos del consumidor de medios y redes sociales, una antropóloga y un analista de contenidos digitales, que soy yo.

SSeñor, Ximénez, la intención de la corporación no es acusarlo de algo, por el contrario, estoy aquí para mediar. Sabemos que lo que usted hace no es premeditado. Desde luego, es algo subjetivo, inherente a su forma de ver el mundo. Usted no tiene la culpa de eso. Pero, por la naturaleza de lo que representa nuestra red social, su contenido podría estar siendo perjudicial.

–¿Qué tienen mis fotos de perjudiciales?

–Para hacerlo más sencillo, nos fijamos en lo que no tienen. Por ejemplo, revisando su feed, observamos que no hay fotos de platos apetitosos, ni de atardeceres, ni de amigos borrachos festejando la victoria de su equipo… ni siquiera tiene una selfie.

–De qué me habla, si tengo cientos de esas fotos: gente celebrando hasta la madrugada, dándose besos en el ocaso, brindando y comiendo los platos más exquisitos en los lugares más exclusivos…

–No nos referimos a las fotos de su cuenta de empresa, la de matrimonios. Estamos hablando de su cuenta personal, @subexpuesto. En esa cuenta usted no tiene nada de lo que le acabo de mencionar. Por el contrario, hay imágenes muy inquietantes.

–Sigo sin entenderlo agente Roberts.

–Prefiero que me llame analista. Investigador, si prefiere. Para que entienda nuestra posición, voy a referirme a algunas imágenes en concreto. Podemos empezar con esta foto.

El investigador sacó su celular, abrió la app en mi perfil personal y me señaló la imagen.

–A esta, el Algoritmo la clasifica como ‘foto de playa’ pero no tiene ninguno de los elementos que caracterizan este tipo de imágenes: no hay mujeres haciendo yoga en bikini, ni un grupo de amigos montados en la banana tomando cerveza o un atardecer rojizo con barcos y gaviotas al fondo. Solo se ve una piedra gris en medio del océano.

–Ya entiendo para dónde va la cosa. Mire, investigador Rogers, en mi perfil personal publico las fotos por las que quería ser fotógrafo. Son imágenes que abstraen el mundo en una realidad más conceptual. Con esta imagen de la roca en medio del mar quiero mostrar la soledad que nos rodea.

–Ahí está el punto, señor Ximénez. La gente no va a la playa para estar sola.

–Yo estaba solo cuando hice esa foto.

–Sí, no obstante usted es únicamente el 0.0oo1 por ciento de las personas que van a la playa para estar solas y en nuestra red social buscamos aquello con lo que el 99.9999 por ciento se siente identificado.

Mi nivel de empute pasó de bajo a medio, activando mi cara de culo. El investigador deslizó la pantalla a gran velocidad hasta que la detuvo en otra de mis fotos.

–Esta imagen es clasificada por el Algoritmo como ‘selfie o retrato’. A esta categoría generalmente se añaden imágenes de gente sonriendo de oreja a oreja, poniendo los labios como un pato, maquillándose o mostrando sus gafas nuevas. Pero, como verá, en su foto únicamente hay unas manos viejas y sucias agarrando un sombrero, que, encima, no deja ver la cara de la persona.

–Lo que busco con mis fotografías es contar el ‘todo’ a través de una parte. Se conoce como elipsis y se usa para dar al espectador la oportunidad de descubrir por sí mismo la historia contenida en la imagen. Este retrato lo tomé en Colombia, un país de Sudamérica donde todavía hay gente que trabaja en el campo y cultiva la tierra con las manos.

–Señor Ximénez, sé perfectamente qué es la elipsis y cómo se emplea, pero, en el caso de que quiera contar historias preferimos que lo haga con alguno de nuestros formatos de video de 15, 30 o 60 segundos. De todas formas, con nuestra última actualización, este tipo de países como el que usted menciona no serán incluidos en los lugares para etiquetar pues carecen de interés para la mayoría de usuarios.

– Veo. Los borrarán del mapa.

–No, eso es imposible para nosotros. Lo que sí podemos hacer es darles menos relevancia. Para no enfrascarnos en discusiones que no llevarán a ningún lado, le mostraré la última imagen para terminar de englobar la cuestión por la que estoy aquí.

El investigador deslizó de nuevo la pantalla a gran velocidad. Me parecía increíble la cantidad de fotos que había hecho en esos años. Era algo que disfrutaba mucho. El índice derecho del investigador detuvo la pantalla sobre una foto y me miró como si esta fuera la evidencia irrefutable de mis crímenes secretos.

–Esta fotografía, señor Ximénez, es una de las que más nos desconciertan. Normalmente, el Algoritmo la clasificaría como ‘Decoración’ o ‘Comida’ pero hay una complicación. Para ser ‘Decoración’ el plato no debería verse desportillado ni descolorido; y para ser ‘Comida’ debería tener algo apetitoso, sin embargo, en la imagen, el plato está vacío.

–¿Qué quiere que le diga, investigador Roberts? Es la foto de un plato desportillado, descolorido y vacío–. Dije con ironía sintiendo la derrota aprisionándome el pecho.

–Vine aquí por una respuesta. De lo que usted mencione dependerá su permanencia en nuestra red social.

Pasé las manos por mi frente y respiré hondo antes de responder.

–Esa fotografía la tomé en un lugar no muy lejos de aquí para mostrar que en el primer mundo también hay personas que pasan hambre.

–Sí, los inmigrantes, eso se sabe, pero ellos no son usuarios de nuestra red social y al igual que los países del tercer mundo, no son relevantes.

–Si no son importantes ¿qué problema hay en que mis fotos hablen de ellos?

–Lo que pasa, señor Ximénez, es que, aunque sus fotos tengan muy poco alcance, de vez en cuando el Algoritmo, al no poder clasificar específicamente estas imágenes, las filtra en el contenido recomendado de algunos usuarios quienes, hemos detectado, quedan impactados. Algunos, simplemente bloquean el contenido, sin embargo, otros buscan imágenes relacionadas. Con el tiempo, estos usuarios disminuyen sus niveles de interacción con la aplicación, hasta que un día, cierran su cuenta y se van para siempre. Nunca más volvemos a saber de ellos.

–Eso no es tan grave. Perderán solo algunos usuarios de los millones que tienen.

–Es gravísimo, señor Ximénez. Cada usuario que se va deja abierta la puerta para que lo hagan miles más. Esa persona comentará sus fotos en otra red social, en un blog, en una app de mensajería instantánea. Compartirá su visón de la realidad y ahí está el problema: usted se enfoca en lo negativo. Nosotros, en lo positivo.

–Yo no me enfoco en lo negativo. Pongo sobre la mesa cosas que pasan a diario en el mundo, verdades pixeladas para no ser directo, para que las entiendan los que tienen conciencia. Esa foto del plato vacío podría hacer que quienes publican fotos de platos llenos de manjares, reflexionen, agradezcan el privilegio de tener comida y, quizás, vean que sería bueno compartir algo con quienes no tienen qué comer. Acaso ¿es eso un delito?

–No, para nada. Nosotros no lo estamos acusando de algo ni queremos violar su derecho a la libre expresión. Pero, al mismo tiempo, nos plantea un conflicto. Ya que menciona la foto del plato vacío, suponga que alguien la ve. Esa persona se sentirá afligida, culpable por la desigualdad social y ese sentimiento hará que decida no volver a comer. Es poco probable, sin embargo, es una posibilidad y nosotros, como corporación, no podemos dejar el más mínimo espacio a esas posibilidades. Por eso, he venido a proponerle una solución.

En esa época, mi cuenta corporativa, la de fotografía de matrimonios, gozaba de relativa fama en Mirror App. El número de seguidores me permitía conseguir contratos alrededor del mundo, financiando los viajes y mi estilo de vida. Perderla, sería empezar de cero. Así que, lo pensé dos veces antes de responder.

– Y qué solución sería esa–. Dije con la mirada de la vaca que va camino al matadero, que no sabe qué es la muerte, pero, la intuye.

–Simplemente, señor Ximénez, usted deberá empezar a usar nuestros filtros en cada imagen que suba. Son muy intuitivos y fáciles de utilizar, ya lo verá. Por ejemplo, una foto de un día gris puede convertirse en la de un pícnic soleado, con arcoíris, si quiere. O algo más extremo sería un retrato de alguien en un velorio, en ese caso la imagen puede arreglarse, ‘o mejorarse’, poniéndole una sonrisa de oreja a oreja, cambiándole el traje de luto por uno de colores, serpentinas a cambio de las flores y en lugar de familiares afligidos, adicionarle amigos felices. Mejor dicho, hacer del velorio una fiesta. Pronto se volverá un experto. Pero, como nuestra intención no es limitar su derecho a la libre expresión, las fotos se verán tal cual usted las tomó para diez de sus mejores amigos o seguidores. Sin embargo, para los amigos de sus amigos o los seguidores de sus seguidores aparecerán con los filtros, igualmente, el resto de usuarios de Mirror App.

En ese momento deseé ser alguien inteligente. El tipo de persona que da vuelta a la situación asestando golpes con la fuerza de sus argumentos; o el guerrero que muere con las botas puestas, aferrado a sus ideales, guardando la última verdad hiriente para dispararle a su adversario. Pero no. Solo atiné a contestar:

–Me parece bien–.

Antes de despedirse, el investigador me hizo una pregunta que no llegué a comprender sino hasta mucho tiempo después.

–Por cierto, señor Ximénez ¿qué cámara usa?

–Una Leica M10.

Ocurrió que, al año de la visita del investigador Andy Roberts, todas las cámaras que había hasta el momento quedaron obsoletas. Las marcas dejaron de desarrollar actualizaciones de software y ya no fueron compatibles con los programas de revelado. La única solución posible fue adquirir nuevos equipos. Entonces, me compré la última Leica, por supuesto. No obstante, a pesar de su increíble resolución, noté que algo iba mal. De repente, todas las fotos que hacía para mí, las que hacía por pasión y no por dinero, salían diferentes de como las imaginaba. No era un defecto del aparato, eso lo comprendí al instante. Lo que pasó era que la lluvia ahora caía sin nostalgia y las rocas en la mitad del océano ya no se sentían solas.

–Sulvará. 2021–