
Garantía de por vida
El teléfono sonó tres veces antes de que una voz masculina automatizada contestara.
–Gracias por comunicarse con Su Vida. Digite el código de cliente, seguido de la tecla asterisco.
Marqué los diez números.
–Si conoce el número de la extensión, márquelo ahora. De lo contrario, espere en la línea para ser atendido por una operadora.
Esperé. Al instante empezó a sonar una melodía que reconocí de mi infancia, en las izadas de bandera del colegio. La letra decía: “Gracias a la vida que me ha dado tanto…” Después de dos minutos escuchando esa tonada, me atendió una mujer con voz joven, fuerte y clara.
–Buenos días, Señor Jiménez, habla Marcela ¿en qué puedo ayudarle?
–Hola, Marcela. No sé muy bien cómo decirlo, pero el producto que adquirí a veces no funciona bien.
–Puede ser más específico, señor Jiménez ¿Exactamente qué le ocurre?
Respondió la mujer con tono cortante.
–Verá, a veces siento que me queda grande… que no es lo que quería. No es todo el tiempo. Hay temporadas en las que estoy muy a gusto, todo fluye, pero, al pasar de los meses siento que me pesa… que me asfixia. No sé si me hago entender. De pronto a otros clientes les pasa lo mismo.
–Me puede confirmar su fecha de nacimiento, señor Jiménez.
La mujer hablaba como si repitiera un libreto. Claro, para ella era rutina. Seguro atendía cientos de llamadas al día con clientes exponiéndole el mismo problema.
–Por su puesto: 2 de abril del 89–. Respondí con el encanto previo al empute que suele terminar estas llamadas. Durante 20 segundos no hubo respuesta.
–Gracias por su amable espera en línea, señor Jiménez. Hice la verificación correspondiente y el sistema me reporta que usted tiene una Vida Millennial Estándar. Este tipo de problemas son muy frecuentes y hacen parte de su generación. El sistema no me genera ninguna actualización disponible ¿Hay algo más en que le pueda ayudar, señor Jiménez?
La respuesta me sonó como un portazo en la cara. Mi tono de empute empezó a aflorar. –Señorita, pero, tiene que haber alguna solución. Nadie me explicó que esta vida traía esos problemas. Seguro tiene garantía de satisfacción y si no, yo la devuelvo con todo gusto.
–Señor Jiménez, desafortunadamente no aceptamos devoluciones, pero, permítame lo transfiero con el área de garantías para que un compañero le colabore. Permanezca en la línea mientras lo comunico, por favor.
Empezó a sonar “Gracias a la vida por haberme dado tanto…” nuevamente, durante dos minutos.
Esta vez, también contestó una mujer con voz joven, pero en lugar de parca como la primera, sonaba amable, cálida, conciliadora.
–Señor, Jiménez, habla con Marcela. Cuénteme ¿cómo se encuentra el día de hoy?
Imaginé que las ‘Marcelas’ eran la misma mujer con dos personalidades: una comemierda «la que me atendió primero» y otra querida y linda. De esas telefonistas que uno desearía conocer en persona.
–No tan bien, Marcela. Sin embrago, espero que usted me ayude a estar mejor–. La mujer rio. Había un aire sensual en el ambiente. Seguramente, también era parte de un libreto.
–Claro que sí, estoy para ayudarle… Me notificaron que usted está un poco insatisfecho con su vida ¿es correcto?
–Un poco bastante, para ser sincero.
–No se preocupe, eso nos pasa a todos de vez en cuando.
–Sí, pero mi problema es recurrente y no veo forma de solucionarlo ¿Qué se puede hacer en mi caso?
–Permítame un momento reviso su historial en el sistema, señor Jiménez.
La empatía de la mujer me hizo fantasear con invitarla a salir después de que todo este proceso burocrático terminara. Sería amor a primera onda a través de palabras que viajaban por los oídos directo al corazón.
–Gracias por su amable espera en línea, señor Jiménez. Desafortunadamente, verificando la información, usted tiene 32 años recién cumplidos. Para nosotros es prácticamente toda una vida. Si tuviera quince o menos, podríamos hacer un cambio, a esa edad se tiene toda la vida por delante y las decisiones no influyen tanto para el futuro. Pero, después de los treinta, y teniendo en cuenta la generación a la que usted pertenece, la suerte está echada, por así decirlo. Sin embargo, es posible que pueda ofrecerle una Vida de Privilegios. Es como una especie de plan complementario.
– Eso me gusta, señorita. Cuénteme de qué se trata.
–La Vida Privilegiada, por defecto, tiene bastantes beneficios: para empezar, una línea directa de atención las veinticuatro horas con un asesor personalizado. Además, elimina completamente las enfermedades de la niñez, en su caso ya no aplica, pero le brinda escasas dolencias hasta la vejez. También, tiene un alto potencial de encontrar el amor de su vida quitando las peleas, infidelidades y desencantos. Incluye un filtro de vecinos indeseados, menor cantidad de horas en congestiones vehiculares y de semáforos en rojo. Y lo mejor de todo, al final de su existencia, la muerte le avisará un mes antes para que pueda dejar todas sus cosas en orden y despedirse con tiempo de sus seres queridos.
–¡Ah! Eso es un plus, por lo general la muerte llega sin avisar, jodiéndole la vida a todo el mundo.
–Es verdad, señor Jiménez. En general, una Vida de Privilegios lo puede hacer más feliz.
–¡Esa me encanta! ¿Qué debo hacer para tenerla, señorita?
–Permítame revisar su historial crediticio, señor Jiménez.
La mujer, además de atenta, me iba a cambiar la vida. Qué más podía pedir.
–Gracias por su amable espera en línea, Señor Jiménez. Lamento informarle que la Vida de Privilegios está lejos de sus posibilidades económicas. Dicho de otra forma, no le alcanzaría la vida para pagarla.
–No me diga señorita. Ya me había ilusionado con esa vida que me comentó. La de la gente feliz.
–No se desanime, señor Jiménez. La verdad es que todos podemos ser felices con la vida que llevamos. Es cuestión de perspectiva. Pero permítame comentarle otra alternativa que tenemos disponible para usted.
–Adelante.
–Si hoy, usted decide continuar con su vida sin ningún reclamo en el futuro, aceptando las cosas tal cual como se le presenten, sobrellevando la escasez, la enfermedad, la tristeza, la soledad, el desamor… en resumen, los momentos difíciles, le garantizamos, sin ningún costo adicional, una segunda vida al finalizar la que tiene actualmente. En esa vida después de la muerte usted será completamente feliz, señor Jiménez.
En ese momento vinieron a mi cabeza dos cosas: la primera, que había gato encerrado. La segunda, que no podía hacer nada más que aceptar.
–Pero, señorita ¿qué hay del aquí y el ahora?, ¿sería posible tener algo de felicidad, momentos de paz y tranquilidad… o todo tiene que ser un martirio?–. La mujer rio y el sonido de su risa me iluminó el mundo.
–Por supuesto, señor Jiménez, como le comenté, de una u otra forma todos podemos ser felices. Algunos se desprenden por completo de lo material y encuentran paz interior. Otros, viven sin preocuparse por el futuro y eso les da sosiego. Hay quienes son felices simplemente montando bicicleta, con el viento en la cara. La felicidad está en todo lado y en cualquier momento, señor Jiménez. Solo hay que buscarla mejor.
Me quedé pensando un momento y tuve esa sensación que hay antes de saltar en bungee de un puente. El miedo a dar el paso al vacío.
–Está bien, señorita. Acepto ¿Qué tengo que hacer?
–Nada, señor Jiménez. Esta llamada ha sido grabada para monitorear la calidad del servicio y su respuesta aceptando los términos y condiciones ya ha sido registrada ¿Hay algo más en lo que pueda colaborarle, señor Jiménez?
–No, señorita. Ha sido usted muy gentil.
–Me alegra haberle ayudado, señor Jiménez. Por favor, no olvide calificar la calidad del servicio después del tono. Que tenga un excelente día.
Sin más, la voz desapareció. En su lugar, la voz masculina automatizada me indicó que marcara del 1 al 5, donde ‘1’ era pésimo y ‘5’, excelente. A pesar de que en realidad no me habían solucionado una mierda, la expectativa de esa vida después más allá de la muerte me ilusionó para intentar seguir viviendo la vida que tenía.
Marqué 3.
–Sulvará. 2021–
*Gracias a la vida – 1966. Autora: Violeta Parra